Page 108 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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había visto forzada a vender? Lo extraño no era que la pro‐


          ducción se redujese en un 87%, sino que aún se fabricasen


          coches nuevos.


            Los coches sólo eran utilizados en casos estrictamente ne‐



          cesarios, pues los viajes de placer ya no constituían ningún


          placer, las compañías petroleras y las refinerías también es‐


          taban afectadas. Más de la mitad de las estaciones de servi‐


          cio habían cerrado.


            Las industrias del acero y del caucho trabajaban a la mi‐


          tad de su capacidad. Más paro.


            Apenas se construía, porque la gente tenía menos dinero


          y nadie quería hacerse una casa. Más desempleo.


            ¿Y las cárceles? Llenas a rebosar, a pesar de la casi com‐



          pleta desaparición del crimen organizado. Pero se habían


          llenado antes de que los delincuentes descubrieran que su


          oficio ya no era rentable. ¿Y qué hacer con los miles de per‐


          sonas arrestadas diariamente por delitos de violencia o de‐


          sesperación?


            ¿Qué hacer con las fuerzas armadas, cuando la guerra ya


          no era una posibilidad amenazadora? ¿Licenciarlas? ¿Y au‐



          mentar el desempleo con otros cuantos millones? Aquella


          misma tarde había firmado una orden que concedía la li‐


          cencia inmediata a cualquier soldado o marino que demos‐


          trara tener un empleo esperándole o suficiente capital para


          garantizar que no iba a convertirse un una carga para el


          estado. Pero muy pocos podrían reunir esas condiciones.












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