Page 105 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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mundo, ni siquiera a todo el mundo fuera de las murallas


            del Kremlin, sin no por otra razón porque entonces los ca‐


            pitalistas podrían avanzar sin resistencia y apoderarse de


            todo. No se puede enviar a todo el mundo a Siberia; Siberia



            podría contenerlos, pero no alimentarlos.


               Era necesario hacer concesiones; tenían que permitir pe‐


            queñas diferencias de opinión. Ciertas disensiones de la lí‐


            nea del Partido debían ser ignoradas o toleradas.


               Pero lo peor era que la propaganda, aun la propaganda


            interna se hizo imposible. Cifras y hechos, en discursos y


            en la prensa, debían ser veraces. Los marcianos disfrutaban


            buscando el más pequeño error o exageración para contár‐


            selo a todo el mundo.



               ¿Cómo se puede gobernar así?











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               Sin embargo, los capitalistas también tenían sus proble‐



            mas. ¿Y quién no?


               Tomemos el caso de Ralph Blaise Wendell, de sesenta y


            cuatro años de edad. Alto, ya un poco encorvado; delgado,


            con finos cabellos y ojos grises y cansados. Tuvo la desgra‐


            cia de ser nombrado presidente de los Estados Unidos en


            1960, aunque en aquella ocasión no pareciera una desgra‐


            cia.








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