Page 106 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Ahora, y hasta que las elecciones de noviembre le permi‐


          tieran descansar, era el presidente de una nación que con‐


          tenía ciento ochenta millones de persones... y unos sesenta


          millones de marcianos.



            En ese momento, una tarde de principios de mayo, seis


          semanas después de la llegada de los marcianos, se hallaba


          sentado, solo, en su despacho, reflexionando.


            Completamente solo; ni siquiera un marciano presente.


          Tal soledad no era usual. Solo, o acompañado de su secre‐


          tario,  tenía  las  mismas  posibilidades  que  cualquier  otra


          persona de verse molestado. Los marcianos no perseguían


          a los presidentes y dictadores más de lo que perseguían a


          un dependiente o a un barrendero. No respetaban ninguna



          categoría social; no respetaban absolutamente nada.


            Y ahora, al menos por el momento, se encontraba solo, y


          con el trabajo del día concluido; pero no sentía deseos de


          moverse. Estaba demasiado cansado para marcharse. Can‐


          sado con el especial agotamiento que produce la combina‐


          ción de una enorme responsabilidad y la sensación de no


          ser apto para ella. Cansado de derrota.



            Pensó amargamente en las últimas seis semanas y en la


          enorme confusión que se había generado. Una depresión


          que hacía parecer a la llamada Gran Depresión de 1929 un


          periodo de prosperidad surgida del sueño de un avaro.


            Una depresión que había empezado, no con la caída de


          los valores de Bolsa, aunque eso se había producido rápi‐


          damente, sino con la repentina pérdida de trabajo de millo‐


          nes de personas a la vez... Casi todo el personal relacionado




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