Page 111 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Pero los bares aún funcionaban y la gente hacía cola para
entrar. Por supuesto, los marcianos también entraban, aun‐
que no bebieran. Los propietarios y asiduos de los bares
habían encontrado una solución parcial al problema de los
marcianos: el nivel de ruido. Los tocadiscos no paraban
nunca de sonar a todo volumen, y casi todos los bares te‐
nían dos. Los aparatos de radio también ayudaban a incre‐
mentar el estrépito en unos cuantos decibelios. Los que
querían hablar tenían que gritar al oído del vecino.
Los marcianos no podían hacer otra cosa que aumentar el
ruido, y este era de tal categoría que cualquier incremento
era prácticamente superfluo.
Si uno era un bebedor solitario (y cada vez más personas
se convertían en bebedores solitarios), había menos posibi‐
lidades de ser molestado por los marcianos en un bar que
en cualquier otros sitio. Podía haber una docena de ellos
por los alrededores, pero si uno se quedaba con el estó‐
mago pegado a la barra, con el vaso en la mano y los ojos
cerrados, ya no se les veía ni se les oía. Si al cabo de un rato
uno abría los ojos y los veía, ya no tenía importancia por‐
que ya no le causaban ningún efecto.
Sí, los bares hacían buen negocio.
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