Page 117 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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querían hablar un minuto o varios minutos sin tener que


            gritar con toda la fuerza de sus pulmones o leer en los la‐


            bios de su interlocutor, salían a la puerta principal o trasera


            y se apartaban unos pasos, llevando sus bebidas con ellos.



            Si  ningún  marciano  les  seguía  o  kwimmaba  de  repente


            para unirse a la conversación, podían hablar sin más mo‐


            lestias. Si un marciano empezaba a entrometerse podían re‐


            gresar al enloquecedor ruido del interior y no habrían per‐


            dido nada. Los camareros lo comprendían y no les impor‐


            taba si dos personas salían al exterior con los vasos; ade‐


            más, los camareros solían estar demasiado ocupados para


            darse cuenta.


               Luke se metió rápidamente el cheque en el bolsillo, reco‐



            gió los dos vasos que Carter había pedido y se dirigió por


            la puerta trasera hacia un callejón poco iluminado, sin lla‐


            mar la atención de nadie. Y la suerte, que había visitado a


            Luke una vez, siguió a su lado; ningún marciano les siguió.


               –Carter, un millón de gracias. Y perdona por tratar de es‐


            quivarte. Estaba empezando una última y solitaria juerga


            y..., bueno, dejemos eso. Pero, ¿para qué demonios es el



            cheque?


               –¿Has leído alguna vez un libro titulado Infierno en El‐


            dorado?


               –¿Si lo he leído? Lo escribí hará cosa de doce o quince


            años; no era más que una mala novela del Oeste.


               –Exactamente.  Pero  nada  de  mala;  es  una  novela  del


            Oeste bastante buena, Luke.








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