Page 48 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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del paquete precintado. Todos habían comprado fichas, y


          todos tenían burbujeantes vasos o latas de cerveza abiertas


          delante de ellos. Siempre bebían, aunque con moderación:


          nunca lo suficiente para embotar su juicio.



            George terminó de barajar y repartió cartas, boca arriba,


          para ver quién sacaría la primera sota a fin de ser mano en


          primer lugar; fue a parar a Gerry Dix, cajero del banco de


          Laguna.


            Dix dio y ganó la primera partida, con un trío de dieces.


          Sin embargo, no ganó mucho; sólo George había ido, pero


          luego no pudo apostar; había sacado una pareja de nueves


          de entrada y no logró mejorar sus cartas.


            La mano siguiente, Bob Trimble, propietario de la pape‐



          lería del pueblo, recogió las cartas para la siguiente partida.


            –Haced  las  apuestas  iniciales,  muchachos  –dijo–.  Este


          juego va a ser mejor. Voy a dar buenas cartas a todos.


            En el otro extremo del salón, la radio tocaba una música


          suave. A George Séller le gustaba la música de fondo, y sa‐


          bía en qué emisora podía obtenerla a cualquier hora de la


          noche del jueves.



            Trimble dio. George cogió sus cartas y vio dos modestas


          parejas, sietes y treses. Podía abrir, pero era un poco flojo


          para abrir al principio de la partida; sin duda algún otro


          mejoraría la mano. Si era así, podría quedarse y sacar otra


          carta.


            –Paso –dijo.


            Otros dos pasaron, y luego Harry Wainright, gerente de


          un pequeño almacén en South Laguna, inició las apuestas




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