Page 47 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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El segundo deporte de puertas adentro más popular en
Estados Unidos sufrió una derrota aún peor aquella misma
noche, y desde entonces se hizo imposible.
Veamos lo que sucedió al grupo de amigos que jugaba al
póquer cada jueves por la noche en la casa que George Sé‐
ller tenía en la playa, unos cuantos kilómetros al norte de
Laguna, California. George era soltero y vivía allí todo el
año. Los otros vivían en Laguna, donde tenían sus empleos
o negocios.
En la noche de aquel jueves se reunieron seis de los ami‐
gos, contando a George. El número ideal para una buena
partida, y ellos podían jugar excelentes partidas, con
apuestas lo bastante altas para que el juego fuese excitante,
pero no hasta el punto de que las pérdidas fueran serias
para ninguno. Para todos ellos el póquer era más una reli‐
gión que un vicio. Los jueves por la noche –desde las ocho
hasta la una o incluso las dos de la madrugada– constituían
la emoción de sus vidas, esas brillantes horas hacia las que
miraban con anticipación durante los aburridos días y no‐
ches de la semana. No se les podía llamar fanáticos, quizá,
pero sí llenos de dedicación.
Pocos minutos después de las ocho ya se habían puesto
cómodos, en mangas de camisa y con las corbatas afloja‐
das, y se sentaron alrededor de la gran mesa en el salón,
dispuestos a empezar la partida tan pronto como George
terminara de barajar las cartas nuevas que acababa de sacar
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