Page 44 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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a aquellas alturas alguien habría encontrado una manera


          efectiva  de  tratar  a  los  marcianos,  o  daría  algún  consejo


          más constructivo que simplemente decir que mantuviesen


          la calma y no se entregasen al pánico. Bill no sentía pánico,



          aunque tampoco estaba de humor para mantener la calma.


            Sin embargo, todas las emisoras decían lo mismo –todas


          sonaban  como  manicomios  mal  organizados–,  excepto


          aquellas que habían interrumpido sus emisiones. Y nadie


          había descubierto lo que se podía hacer con los marcianos.


          De vez en cuando daban un boletín de noticias, una decla‐


          ración del presidente de los Estados Unidos, de la Comi‐


          sión de Energía Atómica, o de otra figura pública igual‐


          mente importante. Todas las declaraciones aconsejaban al



          público que mantuviera la calma y no se excitase, que los


          marcianos eran inofensivos, y que debían mostrarse amis‐


          tosos si era posible. Pero ninguna emisora informó de nin‐


          gún caso en el que alguien en la Tierra hubiera conseguido


          la amistad de un solo marciano.


            Finalmente, Bill dejó la radio por última vez y regresó


          para sentarse en la cama, olvidó que quería ignorar la pre‐



          sencia del marciano y le miró con ojos llenos de odio.


            El marciano, al parecer, no prestaba ninguna atención a


          los Gruder. Había sacado del bolsillo un pequeño instru‐


          mento musical parecido a una gaita y se entretenía en tocar


          canciones, si es que se las podía llamar así. Las notas no


          podían  soportarse  por  demasiado  agudas,  y  no  seguían


          ningún  tipo  de  armonía  conocida  de  la  Tierra.  Sonaba


          como una muela de afilador.




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