Page 77 - Marciano Vete A Casa - Fredric Brown
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Pero si los policías trabajaban horas extras, los delincuen‐
tes profesionales casi no tenían nada que hacer, y pasaban
hambre. Los delitos contra la propiedad, con o sin violen‐
cia, los delitos planeados ya no se producían.
Los marcianos lo chismorreaban todo.
Tomemos un ejemplo cualquiera: lo que sucedió a Alf Bi‐
llings, un carterista de Londres, casi en el mismo instante
en que Luke Deveraux terminaba su tarta en la cafetería de
Long Beach.
Eran las primeras horas de la tarde, hora de Londres. El
pequeño Alf Billings, que acababa de salir tras pasar un
mes en la cárcel, se hallaba a la puerta de un bar donde ha‐
bía gastado sus últimas monedas en un vaso de cerveza.
De manera que cuando vio a un forastero de aspecto prós‐
pero que pasaba por la calle, decidió robarle la cartera. Nin‐
guno de los viandantes parecía policía ni detective. Había
un marciano sentado encima de un coche aparcado en la
calle, pero Alf aún no sabía gran cosa de los marcianos. Y
de todos modos, no tenía dinero; debía arriesgarse o aque‐
lla noche no tendría donde dormir. De modo que se acercó
al forastero y le robó la cartera.
De repente, el marciano saltó a la acera al lado de Alf, se‐
ñalando la cartera que éste llevaba en la mano y cantando
alegremente:
–¡Yah, yah, yah, yah, yah, mira que cartera ha robado!
–¡Lárgate de aquí, maldito! –gruñó Alf, haciendo desapa‐
recer la cartera en uno de sus bolsillos y dando media
vuelta para perderse entre el gentío.
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