Page 169 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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dejaba de agitarse.

                Las  gruesas  y  pequeñas  criaturas  se  ondulaban

            ciegamente.


                El  oficinista  vio,  demasiado  tarde,  un  albarán

            desgarrado  y  adosado  a  la  parte  trasera  de  la  caja,

            prácticamente  destruido  en  el  viaje.  Tenía  orden  de


            registrar cualquier paquete con albarán como este y lo

            enviaba sin abrirlo.


                Mierda, pensó nervioso. Desdobló las mitades rotas

            de la nota, que seguía siendo legible.

                «PA ciempiés x 5». Eso era todo.


                El  secretario  se  recostó  y  pensó  unos  momentos,

            observando  a  las  pequeñas  criaturas  peludas


            arrastrándose  las  unas  encima  de  las  otras  sobre  el

            papel en el que descansaban.

                ¿Ciempiés?, pensó, sonriendo ansioso. No dejaba de


            lanzar miradas al pasillo que se abría frente a él.

                Raros ciempiés... de alguna especie extranjera, pensó.

                Recordó  los  susurros  en  el  bar,  los  guiños  y


            asentimientos. Había oído a un tipo del local ofrecer

            dinero por tales criaturas. Cuanto más raros, mejor, había

            dicho.


                El  rostro  del  secretario  se  arrugó  de  repente  con

            miedo  y  avaricia.  Su  mano  sobrevoló  la  caja,


            acercándose  y  retirándose  indecisa.  Se  levantó  y  se

            dirigió a la entrada de su despacho, para escuchar. Del




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