Page 172 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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la piel y las vísceras del Parlamento.
Cerró la jaula, y después la portezuela. Buscó con
torpeza entre sus tarjetas de programas y consiguió al
fin extraer la marcada «I+D» con dedos aún
temblorosos. La introdujo en la máquina de
información.
Se produjo un siseo mecánico y un sonido
castañeteante cuando las instrucciones se
transmitieron por los pistones, martillos y engranajes,
y la jaula fue arrastrada hacia arriba a velocidad
vertiginosa desde el despacho del secretario, más allá
de las colinas del Parlamento, hacia las cumbres
escarpadas.
La caja de ciempiés se balanceaba mientras era
arrastrada a las tinieblas. Ajenos a su travesía, los
gusanos circunnavegaban su pequeña prisión con
espasmos peristálticos.
Unos motores silenciosos transfirieron la jaula de un
gancho a otro, cambiaron su dirección y la dejaron caer
sobre unas oxidadas cintas transportadoras, que la
llevaron a otra parte de las entrañas del Parlamento. La
caja trazaba invisibles espirales por todo el edificio, en
un ascenso gradual e inexorable hacia el Ala Este de
alta seguridad, atravesando venas mecanizadas hasta
alcanzar las torretas y protuberancias orgánicas.
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