Page 173 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Al fin, la jaula de alambre cayó con un sordo
campaneo sobre una cama de muelles. Las vibraciones
de la esquila se perdieron en el silencio. Pasado un
minuto, la portezuela correspondiente se abrió y la caja
de larvas fue bruscamente sometida a una luz áspera.
No había ventanas en aquella sala blanca y alargada,
solo lámparas incandescentes de gas. Cada rincón de la
estancia era visible en su esterilidad. No había polvo,
ni suciedad alguna. La limpieza era dura, agresiva.
Por todo el perímetro del lugar, personas con batas
blancas se afanaban en obscuras tareas.
Fue una de aquellas brillantes y ocultas figuras la
que desató las cuerdas de la caja y leyó el albarán.
Abrió con cuidado la caja y observó su interior.
Tomó la caja de cartón y la transportó, alejada de su
cuerpo, por toda la estancia. En el otro extremo, uno de
sus colegas, un enjuto cacto con las espinas
cuidadosamente aseguradas bajo un grueso
guardapolvo blanco, le abrió las grandes puertas hacia
las que se dirigía. Ella le enseñó su acreditación de
seguridad y el cacto se hizo a un lado para dejar que la
mujer le precediera.
Los dos recorrieron con cuidado un pasillo tan
blanco y espartano como la habitación de la que
procedían, con una gran parrilla de hierro al final. El
cacto vio que su colega se movía con pies de plomo, así
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