Page 217 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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por  las  graves  consecuencias  en  caso  de  ser

            descubierta, por nimias que fueran las probabilidades,

            no se hubiera molestado en comprar uno. Lo depositó


            sobre el mostrador y descendió.

                Las  puertas  de  la  estación  de  la  Perrera  siempre

            estaban  abiertas.  Estaban  fijadas  por  el  óxido,  y  las


            enredaderas las habían anclado a las paredes. Derkhan

            se sumergió en la mollizna y el tufo de la calle del Lomo


            Plateado.  Las  carretillas  se  apoyaban  contra  las

            paredes,  cubiertas  de  hongos  y  pasta  descompuesta.

            Toda suerte de mercancías (algunas de sorprendente


            calidad)  estaba  allí  disponible.  Derkhan  se  giró  y  se

            adentró  en  el  suburbio,  rodeada  al  instante  por  una


            perenne cacofonía de gritos, anuncios que sonaban más

            como una turba alborotada. Por lo general, la comida

            era la más proclamada.


                —  ¡Cebollas!  ¡Quién  quiere  unas  estupendas

            cebollas!

                — ¡Buccinos! ¡Compren buccinos!


                — ¡Un caldo para calentarse!

                Otros  bienes  y  servicios  se  mostraban  en  cada

            esquina.


                Las putas se congregaban en patéticos y estridentes

            grupos. Enaguas sucias, volantes de mal gusto y seda


            robada, caras pintarrajeadas de blanco y escarlata sobre

            los moratones y las venas rotas, riendo con bocas llenas




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