Page 218 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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de dientes partidos, y esnifando diminutas rayas de
shazbah cortada con hollín y matarratas. Algunas eran
niñas que jugaban con pequeñas muñecas de papel y
aros de madera cuando nadie las miraba, pero
gesticulaban lascivas y lamían el aire cuando un
hombre pasaba a su lado.
Los viandantes de la Perrera eran lo peor de una
casta despreciada. Quien quisiera una decadente,
innovadora, obsesiva y fetichista corrupción y
perversión de la carne acudía a otras partes, a la zona
entre el Cuervo y Hogar de Esputo. En la Perrera solo
se disponía de los alivios más rápidos, simples y
baratos. Los clientes eran tan pobres, sucios y malsanos
como las fulanas.
En las entradas de los clubes que ya comenzaban a
expulsar a los borrachos comatosos, los rehechos
industriales trabajaban como matones. Se alzaban
amenazadores sobre cascos, o pies inmensos, o garras
de metal. Sus rostros eran brutales, defensivos. Los ojos
se clavaban sobre los insultos de los caminantes. Eran
capaces de aceptar que les escupieran en la cara con tal
de no perder su trabajo. Su miedo era comprensible; a
la izquierda de Derkhan se abría un espacio cavernoso
en un arco bajo la línea del terreno. Desde la penumbra
llegaba el hedor de los excrementos y el aceite, el
traqueteo mecánico y los gemidos humanos de los
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