Page 313 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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se retiró, un poco asustado y algo asqueado ante la idea

            de  tocar  a  aquel  ser  extraordinario.  Al  final  cogió  la

            caja, tambaleándose ante el enorme peso aumentado, y


            la sostuvo sobre el suelo de una jaula mucho mayor

            sobrante de sus experimentos, un pequeño aviario de

            tela  de  gallinero  de  metro  sesenta  de  altura,  y  que


            contuvo a una pequeña familia de canarios. Abrió el

            frente de la celda y depositó al grueso gusano sobre el


            serrín, cerró después a toda prisa y aseguró el pestillo.

                Se acercó para contemplar al cautivo realojado.

                Ahora parecía mirarlo directamente, y pudo sentir


            sus infantiles peticiones de desayuno.

                —Oye, espérate —le dijo—. Yo ni siquiera he comido


            todavía.

                Se  retiró  incómodo  antes  de  girarse  y  dirigirse  al

            salón.


                Durante su desayuno, consistente en fruta y pasteles

            helados,  comprendió  que  los  efectos  de  la  mierda

            onírica desaparecían muy rápido. Podrá ser la peor resaca


            del  mundo,  pensó  irónico,  pero  al  menos  desaparece  en

            menos de una hora. No me extraña que esos malditos adictos

            repitan.


                Desde  el  otro  lado  de  la  estancia,  el  ciempiés  se

            arrastraba  por  el  suelo  de  su  nueva  jaula.  Hocicaba


            desdichado alrededor del polvo, antes de incorporarse

            de nuevo y agitar la cabeza en dirección al paquete de




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