Page 491 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Aquella mañana, junto a los muelles de Arboleda, el

            amanecer había sido recibido con un tremendo griterío.

            Los  estibadores  vodyanoi  habían  pasado  la  noche


            excavando,  dando  forma,  paleando  y  limpiando

            grandes  cantidades  de  agua  alterada.  Cuando  el  sol

            despertó, cientos de ellos se alzaron desde las aguas


            nauseabundas,                   cogiendo             puñados              del       río        y

            arrojándolos fuera del Gran Alquitrán.


                Habían aplaudido y vitoreado mientras levantaban

            el último y delgado velo de líquido de la gran trinchera

            practicada en el río. El espacio tenía una anchura de


            más de quince metros, una enorme rebanada de aire

            cortada  en  el  canal  que  se  extendía  casi  trescientos


            metros de una orilla a la otra. En ambas riberas, y en

            algunas zonas en el fondo, habían quedado pequeños

            pasos de agua para evitar que se formara una presa. En


            el fondo de la trinchera, a casi quince metros bajo la

            superficie, el lecho del río estaba atestado de vodyanoi,

            cuyos gruesos cuerpos se deslizaban los unos sobre los


            otros en el barro, tanteando con cuidado las distintas

            superficies verticales y horizontales de agua allá donde

            el  río  era  interrumpido.  En  ocasiones,  un  vodyanoi


            departía  con  sus  compañeros  y  saltaba  sobre  sus

            cabezas con una poderosa convulsión de sus enormes


            ancas  traseras,  atravesaba  la  muralla  de  aire  y  se

            sumergía en el agua, alejándose con el movimiento de




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