Page 496 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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reunidos:  llegaba  el  alcalde.  Entonces  se  divisó  una

            tercera y una cuarta nave, que cruzaban ineludibles la

            ciudad hacia Arboleda.


                La sombra de la inquietud recorrió las orillas del río.

                Parte  de  la  multitud  se  dispersó  rápidamente.  Los

            huelguistas redoblaron sus proclamas.


                A las cuatro menos cinco, las naves flotaban sobre los

            muelles formando una equis, como una amenazadora


            muestra de censura. A un kilómetro y medio al este,

            otro dirigible solitario colgaba sobre la Perrera, al otro

            lado  del  pesado  meandro  del  río.  Los  vodyanoi,  los


            humanos  y  las  multitudes  reunidas  se  cubrieron  los

            ojos  con  la  mano  y  contemplaron  las  formas


            impasibles,  sus  cuerpos  de  bala  como  calamares

            predadores.

                Las  naves  aéreas  comenzaron  a  descender.  Se


            deslizaban con cierta velocidad, haciendo discernibles

            de  repente  los  detalles  de  su  diseño,  la  sensación

            masiva de sus cuerpos inflados.


                Justo antes de las cuatro en punto, extrañas formas

            orgánicas  flotaron  desde  detrás  de  los  tejados

            circundantes y emergieron de puertas deslizantes en lo


            alto de las torres de la milicia de Arboleda y Siriac, que

            carecían de conexión por tren elevado.


                Aquellos  objetos  sin  peso  se  bamboleaban  con  la

            brisa  y  comenzaban  a  vagar,  casi  al  azar,  hacia  los




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