Page 492 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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sus pies palmeados en misión desconocida. Otros
alisaban rápidamente el agua tras él, volviendo a sellar
la obra para asegurar la integridad del bloqueo.
En el centro de la trinchera, tres membrudos
vodyanoi conferenciaban sin parar, saltando o
arrastrándose para pasar información a los camaradas
a su alrededor, regresando después a su discusión. Se
trataba de agitados debates. Eran los líderes elegidos
por el comité de huelga.
A medida que se alzaba el sol, los vodyanoi en el
fondo del río y en las orillas desplegaron sus carteles: «
¡SALARIOS JUSTOS YA!, exigían. ¡Si NO HAY
AUMENTO, NO HAY RÍO!».
A ambos lados de la grieta fluvial, pequeños botes
remaban con cuidado hacia el extremo del agua. Los
marineros se inclinaban tanto como podían, valorando
la extensión del surco y sacudiendo la cabeza
exasperados. Los vodyanoi vitoreaban y aplaudían.
Se había creado el canal un poco al sur del Puente de
la Cebada, en el mismo límite de los muelles. Había
barcos esperando para entrar, y otros deseando salir. A
kilómetro y medio río abajo, en las insalubres aguas
entre Malado y la Perrera, los barcos mercantes
retenían a los nerviosos gusanos marinos y dejaban que
las calderas se enfriaran. En la otra dirección, en los
embarcaderos y los pañoles de descarga, en los anchos
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