Page 497 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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muelles. El cielo se llenó de repente de aquellas cosas.
Eran grandes, de cuerpo blando, una masa de tejido
hinchado y retorcido cubierto de intrincados pliegues
y curvas de pellejo, cráteres y extraños orificios
supurantes. El saco central tenía unos tres metros de
diámetro. Cada una de las criaturas disponía de un
jinete humano, visible en los arneses suturados a la
masa corpulenta. Bajo estos cuerpos había una
espesura de tentáculos colgantes, jirones de carne
ulcerada que descendían casi quince metros hacia el
suelo.
La carne rosada y púrpura de las criaturas latía con
regularidad, como si se tratara de corazones
palpitantes.
Aquellos seres extraordinarios descendían sobre los
congregados. Hubo diez segundos en los que aquellos
que los contemplaban estuvieron demasiado
espantados para hablar, o para creer en lo que veían.
Entonces comenzaron los gritos: « ¡Esferas de guerra!».
Cuando cundió el pánico, algún reloj cercano marcó
la hora y varias cosas sucedieron al mismo tiempo.
A través de la multitud congregada, en la
manifestación contra la huelga e incluso aquí y allá
entre los propios huelguistas, grupos de hombres (y
algunas mujeres) buscaron rápidamente detrás de su
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