Page 263 - Kraken - China Mieville
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de exceso de talveces, a los londinenses más
sensibles no les quedaba otra que echarse a oscuras
de vez en cuando. Algunos eran propensos a la
náusea ocasionada por una fina capa de
apocalipsis. Mal del fin, lo llamaban, y en
momentos de alineación planetaria, mala suerte
calendárica o nacimiento de engendros, sus
sufridores se lamentaban y vomitaban,
paralizados por los efectos colaterales de
revelaciones en las que no tenían ninguna fe.
En aquel momento les daban una de cal y otra
de arena. Por un lado, semejantes ataques eran
cada vez más infrecuentes. Tras años siendo
mártires de los mártires de los demás, el mal del
fin nunca se había visto tan liberado del problema.
Por otra parte, esto se debía a que la propia
proliferación, el emborrachamiento de un
universo no del todo cerrado que siempre había
hecho estragos en su oído interno, y se estaba
viniendo abajo. Algo lo estaba reemplazando. En
lugar de todos esos quizás, subyaciendo en todos
ellos, aproximándose levemente y a un ritmo
creciente, había algo simple y absolutamente
definitivo.
¿Qué era esa sensación de mareo que se había
impuesto en lugar de esa otra sensación de
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