Page 112 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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Desde  el  piso,  sosteniéndose  el  brazo  herido,  el


           alcalde alzó los ojos.



           —Deje esa arma. Se hace daño. Nunca ha creído, y


           ahora supone que cree, y lastima a la gente.


           —No lo necesito —dijo Hart, de pie junto a el—. Si


           lo he perdido aquí por un día, iré a otro mundo. Y


           luego a otro y a otro. Lo perderé por medio día en


           el primer planeta, quizá, y por un cuarto de día en


           el siguiente, y por dos horas en el otro, y luego por

           un minuto. Pero al fin lo encontraré. ¿Me oye? —El


           capitán gritaba ahora, inclinándose con cansancio


           sobre el hombre que yacía en el piso. Se tambaleó,

           agotado—. Vamos, Martin. —De su brazo colgaba


           el arma.



           —No —dijo Martin—. Me quedo aquí.



           —Es  usted  un  tonto.  Quédese  si  quiere.  Pero  yo


           seguiré con los demás, y hasta donde pueda.



           El alcalde alzó los ojos hacia Martin.



           —Pronto estaré bien. Déjeme. Ya cuidarán de mis

           heridas.



           —Volver‚ —dijo Martin—. Voy hasta el cohete.



           Los  hombres  atravesaron  rápidamente  la  ciudad.


           Era  evidente  que  el  capitán  luchaba  por  mostrar

           toda  su  vieja  fortaleza.  Cuando  llegó  al  cohete


           palmeó  la  coraza  con  una  mano  temblorosa.


           Guardó el arma en el estuche. Miró a Martin.



           —¿Bueno, Martin? Martin miró al capitán.




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