Page 116 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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Los dos hombres estaban sentados bajo la lluvia.
Detrás de ellos había otros dos, empapados,
cansados, derruidos, como arcilla deshecha.
El teniente abrió los ojos. Tenía una cara que alguna
vez había sido morena. La lluvia la había
blanqueado. La lluvia la había quitado el color de
los ojos. Tenía los ojos blancos, blancos como los
dientes, blancos como el pelo. El teniente era todo
blanco. Hasta el uniforme se le estaba volviendo
blanco, y quizá también un poco verde, a causa de
los hongos.
El teniente sintió la lluvia en las mejillas.
—¿Cuándo habrá dejado de llover en Venus? Hace
muchos años quizá.
—No desvaríe —dijo otro de los hombres—. En
Venus nunca deja de llover. Llueve y llueve. He
vivido aquí durante diez años, y no ha habido un
minuto, ni siquiera un segundo, sin estos
chaparrones.
—Como si viviéramos debajo del agua —dijo el
teniente, y se incorporó ajustándose las armas al
cinturón—. Bueno, será mejor que sigamos. Pronto
llegaremos a esa cúpula.
—O no llegaremos —dijo el cínico.
—Sólo falta una hora, más o menos.
—Ahora trata de mentirme a mí, mi teniente.
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