Page 189 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 189
hombre que mueve las manos entre las hierbas de
un jardín salvaje, levantando grandes bandadas de
belleza hacia las colinas.
La música calmó el aire. Se sentía el olor fresco de
la mañana. La música flotó entre las colinas e hizo
caer una lluvia de polvo mineral. Los padres
esperaban.
—Bueno, padre Peregrine. —El padre Stone
recorrió con los ojos el cielo vacío donde el sol,
rojizo como un horno, se estaba levantando—. No
veo a sus amigos —Probaré otra vez.
El padre Peregrine tenía el rostro cubierto de sudor.
Construyó una iglesia de música, tan alta que su
presbiterio se alzaba en Nínive y sus agujas junto a
la izquierda de San Pedro. Cuando el padre
Peregrine dejó de tocar, la música no se deshizo. Se
convirtió en un grupo de nubes blancas, y el viento
las llevó hacia otras tierras.
El cielo estaba todavía vacío.
—¡Tienen que venir! —Pero el padre Peregrine
sintió que el terror lo invadía, lentamente—.
Recemos. Pidamos que vengan. Los marcianos
saben leer el pensamiento.
Los padres volvieron a arrodillarse, entre
murmullos y suspiros. Rezaron.
Y del este, de las montañas de hielo, a las siete en
punto de aquella mañana de domingo, quizá
188

