Page 190 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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mañana de jueves o de lunes en Marte, surgieron
los delicados globos de fuego. Flotaron suavemente
y descendieron hasta rodear a los padres
temblorosos.
—Gracias, oh, gracias, Señor.
El padre Peregrine cerró con fuerza los ojos y tocó
la música, y cuando terminó, volvió la cabeza y
miró a sus asombrosos feligreses.
Y una voz le rozó la mente. Dijo la voz:
—Hemos venido sólo por un rato.
—Pueden quedarse —dijo el padre Peregrine.
—Sólo por un rato —dijo la voz serenamente—.
Hemos venido a deciros algo. Podíamos haber
hablado antes. Pero creímos que si os dejábamos
solos seguiríais quizá vuestro camino.
El padre Peregrine comenzó a hablar, pero la voz lo
detuvo.
—Somos los viejos —dijo la voz, y las palabras
entraron en el padre Peregrine como una llamarada
de gases azules que ardieron en las cámaras de su
cabeza—. Somos los viejos marcianos. Dejamos las
ciudades de mármol y vinimos a las colinas,
alejándonos de nuestra antigua vida material. Nos
convertimos, hace mucho tiempo, en esto que
somos ahora. Una vez fuimos hombres, con
cuerpos y piernas y brazos como los vuestros. Dice
la leyenda que uno de nosotros, un hombre sabio,
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