Page 295 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¿Cómo podía hacerlo? —se preguntó con una voz
fatigada. Inclinó la cabeza sobre el pecho—. ¿Cómo
pudo traer aquí a Nueva York, y hacernos caminar
por las calles? Tratemos. No puede ser tan difícil.
Piensa. Piensa en Nueva York —murmuró,
mientras se quedaba dormido. Nueva York y el
Central Park, y la primavera de Illinois con los
manzanos en flor y la hierba verde.
No pudo hacerlo. No era lo mismo. Nueva York se
había ido y nada podía hacerla volver. Él, Saul, se
levantaría todas las mañanas y caminaría por el
fondo del mar muerto buscando la ciudad de
Nueva York, y daría la vuelta a Marte, sin poder
encontrarla. Y al fin se acostaría, demasiado
cansado para caminar, tratando de descubrir la
ciudad de Nueva York dentro de su cabeza, pero
sin poder encontrarla.
Lo último que oyó, antes de dormirse, fue la pala
que subía y bajaba abriendo un agujero donde, con
un terrible estruendo metálico y envuelta en una
nube de oro, color, olor y sonido, Nueva York se
derrumbó, cayó, y fue enterrada.
Saul lloró en sueños toda la noche.
LA MEZCLADORA DE CEMENTO
LAS voces de las brujas susurraban como hierbas
secas debajo de la abierta ventana.
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