Page 296 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¡Ettil, el cobarde! ¡Ettil, el renegado! ¡Ettil, que no
quiere participar en la gloriosa guerra de Marte
contra la Tierra!
—¡Os escucho, brujas! —gritó Ettil.
Las voces descendieron hasta convertirse en un
murmullo como el del agua en los largos canales
bajo el cielo marciano.
—¡Ettil, el padre de un hijo que crecerá a la sombra
de esta horrible verdad! —dijeron las viejas de piel
arrugada y ojos astutos, entrechocando suavemente
las cabezas—. ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!
La mujer de Ettil estaba llorando en un rincón de la
habitación. Las lágrimas caían como una lluvia,
numerosas y frescas, sobre los azulejos.
—Oh, Ettil, ¿cómo puedes pensar así?
Ettil dejó a un lado el libro de metal con marco de
oro que, rozado por los dedos, le había cantado una
historia durante toda la mañana.
—He tratado de explicártelo —dijo—. Esto es una
locura. Que Marte invada la Tierra… Nos matarán
a todos.
Afuera, un ruido estrepitoso, la música repentina
de una banda, un tambor, un grito, unas botas,
estandartes y cantos. El ejército desfilaba por las
calles de piedra, armas al hombro, seguido por los
niños. Las viejas agitaban unas banderas sucias.
—Me quedaré en Marte, a leer —dijo Ettil.
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