Page 220 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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         los gatos de cheshire que otra gente.



                —No —respondió Irizarry—. Está dentro de mi camisa.



                Media hora estándar después, en medio de las húmedas

         entrañas  de  un  agujero  de  ventilación,  Irizarry  dio  unos


         golpecitos a la mascarilla recicladora para tratar de quitarse

         de la boca y la nariz algo de la peste a limazón. No sirvió de

         mucho; estaba acercándose a ellos.



                Aquí  Mangosta  no  se  mostraba  en  absoluto  cohibida.

         Serpenteó hasta subirse a su cabeza, con los barbillones y los


         órganos  prensiles  totalmente  extendidos,  palpitando  en

         predatorios tonos verdes y rojos. Le deslizó los zarcillos por

         el pelo y se los enrolló en la garganta, entrando y saliendo


         de  fase.  Para  contenerla,  Irizarry  le  puso  la  punta  de  los

         dedos en su flexible costado. Solo le faltaba que Mangosta se

         pusiese espectral y cargase pasillo abajo hacia la colonia de

         limazones.



                No es que Mangosta no fuese a volver con él, porque lo


         haría, pero solo si no acababa metida en más líos de los que

         era capaz de manejar sola. «Quieta», le dijo él, aunque ella

         no  podía  oírlo.  Una  criatura  adaptada  al  vacío  no  tenía


         orejas.  Pero  sí  podía  sentir  la  vibración  de  su  voz  en  la

         garganta.  Además,  un  zarcillo  le  acarició  los  labios,

         palpando la vaharada de aliento y la forma de la palabra. Él
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