Page 222 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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Cuando el débil brillo de los limazones se hizo visible al
fondo del agujero, Irizarry sintió que todo el cuerpo de
Mangosta temblaba profusamente, para luego oscurecerse
con luz trémula y doblarse por fin con fuerza contra su cuero
cabelludo. Irizarry apagó sus luces también y se puso las
gafas de infrarrojos pasivos sobre los ojos. Los limazones
eran tan ciegos como sorda era Mangosta, pero una plaga
así podía significar que las grietas se estaban haciendo lo
bastante grandes como para que pudieran atravesarlas,
contorsionándose, otras cosas más grandes. Y si había rantas
no tenía sentido dejar que los monstruos advirtieran que él
y Mangosta se estaban acercando.
Tocó tres veces el zarcillo que se le enroscaba en la
garganta y susurró: «Ve». No hizo falta que se lo repitiera;
en realidad, pensó con sorna, a ella ni siquiera le hacía falta
que se lo dijera. Apenas sintió cómo se retiraba su levísimo
peso antes de que desapareciera pasillo abajo tan silenciosa
como un búho cazador. Mangosta era invisible a sus gafas,
pues su cuerpo estaba a temperatura ambiente, pero él sabía
por experiencia que los bigotes y las barbas se le extenderían
del todo y que oiría gritos cuando estuviera entre los
limazones.
Los limazones cubrían el techo del pasillo, sus
caparazones de un brazo de largo estaban adheridos por una

