Page 35 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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Por la mañana Belvedere dejó la cadena de Patterson
terminada en las pinzas de Calcedonia. Debía de haber
trabajado en la oscuridad a la luz del fuego.
—No pude endurecer los eslabones —dijo, estirándolos
sobre sus pinzas.
Ella se encargó de eso, en silencio, uno por uno. El
cachorro estaba a sus pies, olisqueando la base de la roca y
ladrando a las olas, a los pájaros, a un cangrejo que se
escabullía. Cuando Calcedonia hubo terminado, estiró una
extremidad y colgó el collar alrededor de los hombros de
Belvedere mientras él se quedaba muy quieto. Un suave
vello le bajaba por las mejillas. Entre los marines, los
hombres se rasuraban el suyo hasta que las tenían lisas y a
las mujeres no les crecía vello facial.
—Deciste que esa era para sir Kay. —Levantó la cadena
en las manos y examinó la forma en la que el vidrio y las
piedras atrapaban la luz.
—Es para que alguien la recuerde —dijo Calcedonia.
Esta vez no lo corrigió. Cogió los otros cuarenta collares.
Todos juntos pesaban. Se preguntó si Belvedere podría
llevarlos todos—. Así que recuérdala. ¿Sabes para quién es
cada uno?

