Page 32 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
P. 32
32
Ella reflexionó.
—¿Quieres que lo cure?
Él asintió, ella meditó. Necesitaría luces, energía,
provisiones insustituibles. Antibióticos y coagulantes y
productos quirúrgicos, e incluso así el animal podría morir.
Pero los perros eran valiosos; sabía que los adiestradores los
tenían en mucha estima, incluso en más que la que la
sargento Patterson le tenía a Calcedonia. Y guardaba en su
biblioteca archivos sobre medicina veterinaria.
Encendió los reflectores y accedió a los archivos.
Terminó antes del amanecer, antes de que las células se
agotaran. Por los pelos.
Cuando el sol se alzaba ya en el cielo y el cachorro
respiraba tranquilamente, ya cosido el corte del anca y con
el torrente sanguíneo inundado de antibióticos, retomó el
último collar. Tendría que trabajar deprisa y el collar de la
sargento Patterson contenía las cuentas más frágiles y
bonitas, las que más miedo tenía Calcedonia de romper y
que por tanto había dejado para el final, cuando tuviera más
experiencia.
Sus movimientos se fueron haciendo más lentos a
medida que avanzaba el día, más trabajosos. El sol no le

