Page 40 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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                                              Amor en el talud



                No es posible mantener a una princesa encerrada en una

         torre. No si la princesa no tiene hermanos y debe aprender


         el  arte  de  gobernar,  de  la  danza,  de  la  equitación,  de  los

         venenos y pociones y del paso de armas para convertirse en

         regente cuando llegue el momento.



                Pero hay otra posibilidad.



                En  la  tierra  del  imperio  reluciente,  en  una  pequeña

         provincia al norte de la ciudad de Mesalina y más allá del


         gran desierto de sal, vivía una princesa de nariz respingona

         con su madre, Hoelun Katún, la reina viuda. La princesa —

         llamada, por cierto, Nilufer— era alta y espigada como un


         mástil de marfil, y aunque debido a la práctica de tiro con su

         largo arco de roble blanco era ancha de hombros, algo no del

         gusto de la época, su dote compensaría sin duda cualquier

         falta de belleza detectable. Tenía el pelo liso y negro, tan


         suave y frío como el agua, e incluso cuando no cabalgaba

         con  sus  hombres  de  armas,  vestía  faldas  guateadas  con

         abertura y acolchadas túnicas de tablas hechas de raso, todas

         de color jade y esmeralda, negro y carmesí, adornadas con


         bordados de crisantemos en blanco y oro.



                A la princesa no le hacía falta torre alguna porque ella

         misma  era  una  torre,  una  fortaleza  tan  segura  como  las
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