Page 45 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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         sobrevivido  después  de  que  el  Gran  Kan  incendiara  su

         convento  hacía  diecisiete  años  y  que  por  eso  entraron  al


         servicio de la katún— y otra parte lo componían los pocos

         sirvientes y damas de compañía de Nilufer, a ninguno de los

         cuales llamaba amigo.



                Y también, claro, estaba la bruja, que iba y venía, que

         profetizaba, comía y dormía cuando se le antojaba, como un


         gato cualquiera.



                En las noches de verano, buscando aparearse, el talud se

         escabullía  de  las  minas  para  cantar  siniestras  melodías

         similares  a  los  plañidos  del  vidrio  mojado.  Nilufer,  si  no

         estaba haciendo  otra  cosa, las  oía  desde la ventana de  su


         torre.



                A  veces  contestaba,  sacándole  satinadas  melodías  al

         hueso blanco de su flauta de caña. A veces incluso tocaba

         para ellos en la que estaba hecha de plata.



                Ya  avanzada  la  mañana  de  cierto  día  de  primavera,


         Nilufer se apartó de la ventana que miraba al valle rocoso

         desde seis pisos de altura. El sol apenas empezaba a alcanzar

         los picos blancos de las montañas, aunque el crepúsculo gris


         había  dado  bastante  luz  durante  horas.  Nilufer  ya  había

         salido a cabalgar esa mañana con los hombres de armas y las

         tres  monjas  y  había  practicado  con  su  arco  tirando  sobre
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