Page 43 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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         señores  de  los  bandidos  solían  estar  casi  siempre

         controlados.



                Así que estaban desesperados, y además nunca habían


         sido  quisquillosos.  Cuando  veían  a  uno  de  los  taludes  lo

         mataban y desollaban para obtener joyas, oro y acero.



                Como ya se ha dicho, la princesa de aquellas tierras no

         tenía  hermanos  y  la  katún,  que  consideraba  inoportuno

         mantener  confinada  a  su  única  hija  hasta  el  matrimonio


         (como  es  la  costumbre  de  los  guardianes  excesivamente

         celosos  en  cualquier  época),  prefirió  prepararla  para  un

         futuro aterradoramente definido y rodearla de los mejores

         hombres de armas de sus tierras. En la princesa y en su tropa


         de  arqueros  y  espadachines  recaía,  no  por  casualidad,  la

         tarea de contener a las hordas de bandidos.



                Eso  sí,  los  bandidos,  como  es  de  imaginar,

         tradicionalmente no habían estado bien organizados. En los


         últimos años, sin embargo, habían caído bajo la influencia

         de  un  nuevo  líder,  un  atractivo  hombre  de  fuertes

         extremidades del que algunos contaban que había sido un

         humilde pastor de taludes en su juventud, y de quien otros


         decían que era un khanzadeh, un hijo del Gran Kan, o el hijo

         escondido de uno de los enemigos derrotados del Gran Kan,

         que  eran  muchos.  Con  el  tiempo,  agrupó  a  las  distintas
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