Page 48 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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con los párpados entornados sobre unos ojos que habían
dado la impresión de estar velados cuando los iluminaron
los polvorientos rayos de luz.
—Tendrás que saber hacerlo cuando seas katún y estés
casada. Será conveniente que domines el amor entonces,
alteza.
—No me casaré por amor —dijo la princesa, fría y serena
como las montañas que se elevaban a su espalda.
—El amor de tu marido no es el único amor que te será
conveniente dominar cuando seas katún. Escribe el hechizo.
La bruja no levantó la mirada de la rejilla. La princesa no
dijo «pero no quiero ser katún».
Habría sido un gasto de palabras innecesario.
Nilufer volvió al caballete. La tinta había salpicado el
papel cuando le dio aquel meneo brusco al pincel. Las
desperdigadas gotitas estaban allí diseminadas como el
hollín sobre una roca de cuarzo.
La princesa no dormía sola; la realeza no disfrutaba del
privilegio de la privacidad. Pero tenía una cama ancha y
blanca para ella sola, con las sábanas y el cobertor de plumas
cuidadosamente doblados sobre los tablones, con una nívea

