Page 125 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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Cada aeróstato en la red de perros era una gota


              aerodinámica  con  la  superficie  de  un  espejo  lo


              bastante grande, en su parte más ancha, como para


              contener  una  pelota  de  pinpón.  La  red  estaba


              programada  para  colgar  en  el  espacio  en  una


              estructura hexagonal, como a diez centímetros del


              suelo  (lo  suficientemente  cerca  para  parar  a  un


              perro,  pero  no  a  un  gato,  de  ahí  venía  «red  de


              perros») y a una separación más amplia a medida


              que  se  hacía  más  alta.  De  esa  forma,  había  una


              bóveda  hemisférica  alrededor  del  sacrosanto


              espacio  aéreo  del  Enclave  de  Nueva  Atlantis.


              Cuando soplaba el viento, las vainas se movían en


              él como veletas, y la red se deformaba un poco al


              moverse las vainas; pero invariablemente todas se


              las arreglaban para volver a su posición, nadando


              contracorriente  como  pececillos  impulsados  por


              turbinas  de  aire.  Las  turbinas  hacían  un  ligero


              sonido  silbante,  como  una  hoja  de  acero  que


              cortase el aire, que, cuando se multiplicaba por el


              número de vainas en los alrededores, provocaba


              un ambiente no del todo alegre.





                  Si  se  luchaba  demasiado  con  el  viento,  las


              baterías  de  la  vaina  se  agotaban.  Entonces  debía


              nadar y pegarse a su vecina. Las dos se unían en el


              aire, como libélulas, y la más débil tomaba energía


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