Page 249 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
P. 249

propias baterías— y podían pegarse en cualquier


               sitio y controlarse por radio. Pero los tubos todavía


               estaban             allí,        algo          que         requería              muchas


               explicaciones cuando venían los turistas.





                  Cada  uno  de  los  doce  palcos  tenía  su  propia


               puerta,  y  una  cortina  alrededor  de  la  parte


               delantera para que los ocupantes pudiesen tener


               algo  de  intimidad  entre  actos.  Habían  guardado


               las cortinas con naftalina y las habían sustituido


               por pantallas móviles a prueba de ruido, también


               habían sacado los asientos y los habían colocado en


               el  sótano.  Ahora  cada  palco  era  una  habitación


               privada en forma de huevo del tamaño justo para


               servir de escenario corporal. Esos doce escenarios


               generaban  el  setenta  y  cinco  por  ciento  de  los


               ingresos del Teatro Parnasse.





                 Miranda  comprobó  su  escenario  media  hora


              antes  para  realizar  un  diagnóstico  de  su  rejilla


              tatuada.  Los ʹsitos  no  duraban  para  siempre;  la


              electricidad  estática  o  los  rayos  cósmicos  podían


              sacarlos  de  su  posición,  y  si  dejabas  que  tu


              instrumento  de  trabajo  se  arruinase  por  pura


              vagancia, no merecías llamarte ractor.





                 Miranda había decorado las paredes muertas de


              su propio escenario con pósters y fotos de modelos,


                                                                                                          249
   244   245   246   247   248   249   250   251   252   253   254