Page 336 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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—Ah —dije, sin creérmelo del todo—, entonces


                 tú debes de ser...


                 —Dojo el Ratón —dijo—, a su servicio.


                 —Lamento  terriblemente  haberle  molestado,


              señor  —dije,  empleando  mis  mejores  modales,


              porque estaba claro que aquel Dojo era un tipo ex‐


              tremadamente  amable—,  pero  su  fama  de


              guerrero se ha extendido de un lado a otro, y he


              venido  humildemente  a  buscar  su  consejo  sobre


              convertirme  en  mejor  guerrero;  porque  no  he


              dejado  de  notar  que  en  el  ambiente postcometa,


              dientes  como  cuchillos  y  seis  toneladas  de


              músculos podrían en cierto sentido estar pasados


              de moda.


                  Lo que sigue es una historia bastante larga,


              porque Dojo tenía mucho que enseñarme y lo


              hacía despacio. Algún día, Nell, te enseñaré rodo


              lo que aprendí de Dojo; sólo tienes que pedirlo.


              Pero al tercer día de mi entrenamiento, cuando


              todavía no había aprendido nada sino humildad,


              buenos modales y cómo barrer la cueva, pregunré


              a Dojo si estaría interesado en jugar al tres en raya.


              Ése era un deporte común enrte los dinosaurios.


              Lo cazabamos en el barro (muchos paleontólogos


              se han sorprendido al encontrar juegos de tres en


              raya cubriendo las excavaciones prehistóricas y le


              han echado la culpa a los obreros locales que






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