Page 443 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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autopatinador que no hubiese visto la barrera y
que se pegaba de frente con ella.
—Nell —gritaba mientras caía sobre el colorido
montón de material de empaquetamiento
reciclado—. ¡No puedes quedarte aquí! ¡No puedes
estar en los árboles, Nell!
Nell ya se había abierto paso al interior del
bosque, o al menos todo lo profundo que se podía
llegar en los estrechos cinturones verdes que
separaban entre sí los Territorios Cedidos. Se cayó
un par de veces y se golpeó la cabeza con un árbol
hasta que, con adaptabilidad infantil, comprendió
que aquellas superficies no eran planas como el
suelo, la calle o la acera. Los tobillos tendrían que
demostrar algo de versatilidad. Era como uno de
aquellos sitios sobre los que había leído en el
Manual Ilustrado, una zona mágica donde la
dimensión fractal del terreno se había
desmadrado, había producido copias más peque‐
ñas de sí misma, las había repetido hasta el nivel
microscópico, había echado tierra encima, y había
plantado algunos de esos terribles pinos que crecen
tan rápido como el bambú. Nell pronto encontró
uno enorme que había sido derribado durante un
tifón reciente, con las raíces fuera y, por tanto,
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