Page 445 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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—¿Vainas?





                 —Aeróstatos. Para la seguridad.





                 Nell se alegró al oírlo y no podía entender por


              qué su hermano hablaba de la segundad con tanto


              temor en la voz.





                 Un  turbojet  soprano  pareció  colocarse  sobre


              ellos,  oyéndose  más  o  menos  a  medida  que


              atravesaba la flora. El hiriente susurro se rebajó en


              un  par  de  notas  al  detenerse  justo  sobre  sus


              cabezas. No podían ver más que destellos de luz de


              colores de los lejanos mediatrones que se reflejaban


              en el objeto. Una voz, perfectamente reproducida


              y un pe‐lín demasiado alta, surgió de él:





                 —Se da la bienvenida a los visitantes que deseen


              pasear  por  el  parque.  Esperamos  que  hayan


              disfrutado de su estancia. Por favor, pregunten si


              necesitan indicaciones y esta unidad les ayudará.





                 —Es agradable —dijo Nell.





                 —No  durante  mucho  tiempo  —dijo  Harv—.


              Vamonos de aquí antes de que se enfade.





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