Page 10 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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calidad perfecta de la torre (envidia de mújoles, sin
duda alguna), un hombre y una mujer de los que
habían transportado el pez se empinaron, cara a ca‐
ra, en vertical sobre las manos, y se pusieron a ha‐
cer el amor tiernamente en tan precaria postura.
Eso agradó a Loquela, que miró a su alrededor en
busca de pareja, aunque no sin pensar que la pareja
ideal habría sido la torre plateada. Ninguna llama‐
rada brotaba ya de ésta, aunque los tubos de escape
y toberas de su base aún exhalaban calor y crujían
según iban enfriándose. Al poco, todo el calor se
disipó y los amantes invertidos alcanzaron su clí‐
max común, tras lo cual se apartaron con suavidad
el uno del otro: el cuadrúpedo doble cabeza abajo
se fisionaba en dos seres iguales que se mostraban,
al fin capaces de andar derechos.
Los amantes la invitaron, con sus manos pere‐
zosamente acariciadoras, a participar en el empare‐
jamiento, pero ella meneó la cabeza. Sentía una ur‐
gencia excesiva como para satisfacerse con la leve
coreografía del epílogo satisfecho. Los amantes
sonrieron, comprensivos, y se recostaron sobre la
hierba con languidez, las cabezas juntas y las ma‐
nos ya reposadas. En ese preciso instante saltó so‐
bre ellos un sapo que lanzó su «cuac» triunfal. La
mujer le dio una gran margarita para que comiera
y él se acercó a Loquela con la flor colgando de la
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