Page 9 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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tos, algunos humanos refugiados en el prado, que
transportaban entre varios un gran mújol colorado.
Lo depositaron sobre la hierba pera que pudiera
ver la prodigiosa torre plateada. Los ojos del mújol,
vidriosos, se volvieron hacia ella, para contemplar
aquello que se aliaba en el aire y que veían tan des‐
enfocado como los humanos ven la cosas debajo
del agua.
Una jirafa blanca que se había precipitado en
pleno vuelo había armado el cisco y estaba allí des‐
trozada. Un alcaudón, el pájaro anunciador de la
muerte violenta, estaba ya posado sobre los cuer‐
nos del animal que resollaba en su agonía, y lanza‐
ba su proclama lastimera. El sinsonte replicó desde
algún lugar con su burla. Loquela se precipitó ha‐
cia la bestia malherida, sin soltar la jugosa mora.
Un jilguero tan grande como la misma Loquela sa‐
lió de un salto de entre el matorral (¡apenas podía
volar!), recogió el fruto con el pico y lo lanzó hacia
los labios fláccidos y prensiles del camelopardo,
que aplastaron más las células de aquel jugo, desti‐
lado de frescor y de paz.
La esbelta torre metálica seguía campeando so‐
bre la tierra renegrida y requemada. Los tentáculos
habían roto el suelo de hierba hasta encontrar roca
firme, como si el mundo no fuese más que una pe‐
lícula, y no de las más sólidas. Al observar la verti‐
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