Page 13 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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thiga.  Y  durante  todo  aquel  tiempo  los  cabellos  y

               las  uñas  de  aquellos  cuerpos  casi  difuntos  habían

               crecido con una lentitud que cualquier caracol ha‐


               bría envidiado, pero que en un lapso de ochenta y

               siete  años  había  dado  lugar  a  melenas  selváticas

               dignas de ermitaños, así como a unos zarcillos ex‐


               travagantes.

                      Cuando salieron de la hibernación procuraron

               recortar  aquellos  zarcillos,  no  sin  dificultades.


               Aquellas largas y delgadas cimitarras de sustancia

               córnea eran toda una curiosidad, por lo que no qui‐


               sieron  destruirlas,  sino  que  las  guardaron  religio‐

               samente  como  los  campesinos  chinos  de  antaño.

               Uñas de astronautas que tal vez fueran expuestas


               algún día en el Smithsonian Institute, supuesto que

               existiera todavía tal institución cuando regresaran.


               O  quizá  las sacarían  a  subasta como  los  primeros

               astronautas subastaron los sellos del primer correo

               estampado en la Luna. Si es que las subastas, o los


               astronautas, todavía le importaban a alguien cuan‐

               do regresaran. Aquella era la más larga de las ex‐

               pediciones conocidas, cuarenta y cinco años‐luz ba‐


               jo propulsión hiperespacial, medidos con el patrón

               de la uña humana...

                      Al despertar, y una vez recobrado el dominio


               de sus facultades, Paavo había observado en broma

               que  aquel  efecto  de  crecimiento  podía  limitar  la

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