Page 110 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 110
Como si hubiese aguardado ese instante, una
garza blanca despegó perezosamente del borde de
la mesa de piedra, y después de situarse con un par
de aletazos sobre el cadáver, aterrizó cerca del
mismo y se acercó sobre sus largos zancos, mien‐
tras alternativamente bajaba la cabeza y echaba el
pico al aire, como hacen estas aves cuando se tra‐
gan un pescado. ¿Tal vez se disponía a rebuscar en‐
tre los sesos del hombre muerto? Sean avanzó co‐
rriendo hacia el bicho, haciendo aspavientos para
espantarlo. Pero la garza no huyó presa de pánico,
sino que le asestó un picotazo en el muslo, que
sangró en seguida, fallando por poco los genitales.
Mientras Sean se batía en retirada, el pájaro saltó
sobre el pecho del muerto, sin dejar de menear la
cabeza arriba y abajo. Pero no se trataba de un ave
carroñera. Sus gestos eran de reverencia hacía el
muerto. ¿No había dicho Jerónimo que la garza era
un enviado? Era un ave viviente, pero también un
mensaje... ¿Y no era también el emisario de la
muerte... natural? Pero, ¿cómo podía ser natural y
apropiada aquella muerte, y no una aberración, un
ataque de locura o de suicidio? Tal vez, el volatine‐
ro desnudo había andado tanto sobre una pierna
que ya no vivía en la misma realidad que los hom‐
bres y mujeres comunes... ¿Lo mismo que el her‐
110

