Page 115 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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hecho  de  que  Sean  se  hubiese  esforzado  en  vano.

               Apuntó hacia abajo con la mano, señalando el di‐

               minuto  cadáver  caído  sobre  la  plataforma  de  pie‐


               dra, con la garza todavía encima.

                      —Sólo aquello que es capaz de destruirse a sí

               mismo, vive de verdad, ¿sabes? —gritó, con cierta


               simpatía en su voz—. Sólo encontrarás el secreto en

               presencia del peligro.

                      Y el tiburón, pilotado por el tritón sin rostro, se


               alejó definitivamente.

                      Sean se dejó caer hacia atrás, agotado. La tenta‐


               ción  de  continuar  el  abandono  era  grande.  Luego

               recordó  que  el  tobogán  terminaba,  abajo,  en  una

               escalera  de  roca.  Armándose  de  voluntad,  em‐


               prendió el regreso, paso a paso, por la espiral. Con

               precauciones. Evitando el peligro.







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                      —Creo que los peces evolucionan en tritones a

               su debido tiempo —dijo Jerónimo con excitación—,


               dentro del ciclo de convertirse en personas. O, tal

               vez, ocurre al revés, que las personas regresan a tri‐

               tones y luego a peces, ¡qué sé yo! En todo caso, los


               tritones  todavía  no  son  verdaderos  humanos.  Por

               eso no tienen facciones humanas. ¿Dijiste que uno


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