Page 120 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Al sonido de aquella voz el unicornio retroce‐

               dió de un salto. Muthoni se incorporó rápidamen‐

               te, con una mueca de gran alivio. El unicornio les


               plantó cara y luego escarbó, un par de veces más, el

               suelo con el cuerno.

                      —¡Así  amansa  el  unicornio  la  mujer!  Yo  creía


               que eso era privilegio de las vírgenes —rió Sean.

                      —No es manso, Sean.

                      —Knossos...


                      —Ya lo he visto. Sucede que tenía una tonelada

               de unicornio sobre mí.


                      Ahora  la  bestia  barría  la  tierra  con  el  cuerno,

               como limpiando la broza que había levantado. De

               súbito  irguió  la  cabeza  y  se  alejó  hacia  la  floresta


               hasta que desapareció en su espesura.

                      —Tenía el cuerno lleno de sangre, Sean. Se lo


               estaba limpiando. Mira.

                      Le mostró la mano. Los dedos estaban ensan‐

               grentados por haber asido el cuerno para apartarlo


               de ella.

                      —¡Estás herido!

                      —No,  esa  sangre  no  es  mía,  aunque  creí  que


               iba a serlo.

                      El consejo de Knossos en cuanto a buscar el pe‐

               ligro ¿sería una trampa, a fin de cuentas? Ya que, si


               el peligro les buscaba activamente a ellos...

                      —Entonces, ¿de quién?

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