Page 133 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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»¡Ah, sí! Y el unicornio..., y el Jardín, ¡el Jardín!
Amable Loquela, ardiente Muthoni. ¡Qué fantasías!
Cuesta un poco eso de recordarse a sí mismo des‐
pués de ochenta y siete años.
»Se habrá estropeado la luz. Si empujo con las
manos así, tropezaré con la tapa de mi ataúd este‐
lar... contrapesada, de manera que hasta un niño
podría levantarla.
»¡Qué raro! Mis uñas deberían haber crecido
como puñales... ¡Pero no, que ésa era la lógica de
los sueños! Así era como interpretaba mi cuerpo el
transcurso de los decenios..., por algún tipo de reloj
psíquico capaz de percibir el tiempo absoluto.
«Empuja, Sean. Empuja. Levántate.»
La tapa se levantó, dando paso a una claridad
aculada, crepuscular.
No era la misma tapa de acero. Era... una con‐
cha, recubierta de lustrosa madreperla. «Soy la car‐
ne de la ostra», pensó.
Se incorporó. Aunque seguía padeciendo un
frío cortante, no tiritaba. Sus nervios le indicaban
un frío glacial pero, sin saber cómo, su cuerpo es‐
taba inmunizado contra él. El trío le dolía, pero sus
movimientos eran ágiles. No estaba estropeado; el
frío parecía más bien un enfriamiento de la mente.
Se asomó fuera de la concha.
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