Page 130 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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zón, ¿no era algo más que la rabia de su corazón

               contra  el  unicornio?  Los  perros  de  la  Rabia  y  del

               Miedo hacían trizas entre sus mandíbulas al zorro


               astuto.

                      De pronto, Jerónimo emprendió la huida, echó

               a correr. Pero el león no lo persiguió. Ni había sido


               propósito  de  Jerónimo  el  distraerlo.  El  viejo  Van

               der  Veld  se  limitaba  a  salvar  su  propio  pellejo.  Y

               por eso siempre se salvaba su pellejo para él..., que


               seguía  siendo  lo  que  era,  el  perpetuo  testigo.  Tal

               vez el capitán Van der Veld originario hubiera he‐


               cho frente al peligro. Pero su avatar más reciente,

               en  cambio,  había pasado  el aprendizaje  de  la  dis‐

               creción. Quizás el nuevo Jerónimo recordaba lo que


               era el Infierno...

                      Muthoni se acurrucó al lado de Sean. ¿O tal vez


               Sean buscó refugio en ella? Imposible saberlo.

                      —¿Me  entiendes  cuando  te  hablo,  león?  —

               ladró.


                      La bestia contestó con gruñidos.

                      —Tú no eres muy elocuente, ¿verdad? —dijo él

               con desprecio.


                      No, el cerebro primitivo no lo era..., el cerebro

               primitivo  precedía  al  lenguaje  y  a  la  razón.  Pero

               todavía  se  manifestaba  a  través  de  las  fantasías  y


               de las pesadillas. Aquello era una pesadilla, pues:

               la bestia es el hombre. Y no soñada.

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