Page 136 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—¡Soy Sean! —exclamó él, y con sólo decirlo se
evaporó aquel deseo helado—. Soy yo..., Sean,
——¡Pero no...! Pero si estás...
—Estoy ennegrecido, ¿verdad? ¿Acaso no es la
primera fase de la Obra? Y contigo, ¿qué pasó?
—Desperté dentro de no sé qué fruto muerto...,
un cascarón. Se había abierto, y fuera estaba senta‐
da una cosa que semejaba una armadura medieval,
pero sólo los brazos y las piernas. Tenía un cuchi‐
llo. Dijo que podía formularle tres preguntas y que
luego empezaría a despellejarme. Yo eché a correr.
Había un río y las aguas estaban tan calientes que
te juro que hervían. Esa barca estaba atracada a la
orilla. A medio camino de cruzar el río, las aguas se
helaron. La temperatura debió caer más de ciento
cincuenta grados. La barca volcó. ¡Gracias a Dios
no quedé atrapada debajo del agua! ¡El hielo que‐
ma, Sean!
Sean aporreó el hielo con los puños y lo arañó
con las uñas. Un poco de humedad se adhirió a sus
manos. Con súbita inspiración, aferró el tobillo
aprisionado de Denise, soportando el dolor que le
causaba el hielo; mientras los nervios de las palmas
apretaban todos los botones rojos de sus centros
álgidos, el hielo que rodeaba el tobillo empezó a
fundirse y a convertirse en un charco de barro.
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