Page 129 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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oyeron resoplidos y relinchos, luego gruñidos y un
gran rugido.
Jerónimo retuvo a Sean por el brazo, en el pre‐
ciso instante en que el unicornio salía rodando so‐
bre el prado, entre coces y patadas. Unas garras
habían dibujado rayas de sangre en sus flancos.
Tras él, de un brinco, apareció un león..., y era un
animal enorme, con una poblada melena imperial,
la cola rematada en matamoscas y los amarillentos
colmillos al descubierto.
—¡Yo he montado a lomos de ése! Y ronronea‐
ba, ¡era manso! —balbuceó Jerónimo.
Cuando vio a los tres humanos, el león se des‐
hizo del unicornio con un solo zarpazo. El unicor‐
nio se rehizo y titubeó, como queriendo proteger‐
los...
¿Protegerlos? ¡Muy al contrarío! Los había en‐
gañado ¡llevándolos a la emboscada! ¡Y había pro‐
vocado al león hasta enfurecerlo!
Acobardado y ensangrentado, el unicornio
desapareció. En lugar de la bestia grácil y esquiva,
quedaba una especie de dragón.
Sean esgrimió el palo, gruñendo a su vez. Du‐
rante un segundo se vio como la caricatura ridícula
de un domador de leones que era en realidad.
Aquella bestia ¿sería el dragón‐león que albergaba
dentro de sí mismo? El ansia de matar en su cora‐
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