Page 142 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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nicho  ecológico.  Mientras  que  aquí  —sonrió  con

               cierta confusión—, el tema es el progreso. Porque

               hay un Dios presidiéndolo todo. Tan pronto como


               uno introduce a un Dios que lo presida todo, hay

               que creer en una tendencia hacia Él.

                      Meneó la cabeza:


                      —Pero no es científico, y por eso Jerónimo no

               se atrevía a contárnoslo. Al fin y al cabo, es posible

               que un Dios no pueda ser científico.


                      —¿Porque es una paradoja?

                      —Pero,  si  empezamos  a  creer  eso,  ¿cómo  po‐


               dremos llegar a captar lo que Él es? Estoy..., desga‐

               rrada entre dos caminos.

                      —¿El hielo de la ciencia y el fuego de la fe?


                      Ella se encogió de hombros. Se acercaban cada

               vez más a la parte habitada y en guerra. La tundra


               helada cesaba de súbito y se convertía en desierto:

               tierra calcinada que parecía parda en la oscuridad

               pero  seguramente  se  revelaría  roja  si  recibiera  la


               luz suficiente. Un foso pantanoso separaba las zo‐

               nas de calor y de frío. Mientras lo vadeaban pudie‐

               ron  notar  el  aumento  de  la  temperatura.  Sus  pies


               mojados empezaron a echar vapor tan pronto como

               pisaron el suelo rojo oscuro. Y allí estaba otra vez el

               calor:  un  calor  de  otra  especie,  como  pisar  una


               plancha de hierro candente. Sean sintió la tentación

               de andar a saltos, pero las suelas de sus pies ni ar‐

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